
Un telescopio consiste en una serie de elementos ópticos (el tubo óptico) dispuestos para captar luz y focalizarla de modo que pueda estimular y formar imagen en nuestra retina o en el sensor de una cámara. Ha de ir montado sobre un soporte mecánico, la montura, y todo sobre una base que suele ser un trípode o una columna en función del peso del conjunto. La montura no sólo tiene como función sostener el tubo óptico, sino que permite los movimientos suaves y precisos necesarios para buscar y hacer el seguimiento de lo que observamos. Tan importante es el componente óptico como el mecánico, pues poco podremos hacer con un tubo de gran calidad sobre una montura endeble y llena de holguras.
El tubo óptico: datos a tener en cuenta
Los objetos que queremos observar en el cielo nocturno son por regla general muy débiles (excepto la luna y los planetas) y la abertura del tubo óptico es una de las características determinantes para la finalidad de este instrumento, de modo que a mayor diámetro más luz captará y mejor se podrán observar objetos débiles y difusos como nebulosas y galaxias. Por eso el primer dato de un telescopio en el que nos debemos fijar es el diámetro de su objetivo, que será lo que nos condicione hasta dónde podemos llegar tanto en luminosidad como en aumento. El segundo dato a considerar es la distancia focal del objetivo: no es lo mismo si el conjunto de lentes o espejos forma la imagen a 400, 952 o 2000 mm. Al igual que en los objetivos de las cámaras fotográficas, a mayor distancia focal menos campo abarcaremos y más oscura será la imagen. La luminosidad de nuestro telescopio vendrá condicionada tanto por el diámetro como por la distancia focal del objetivo, siendo su cociente (distancia focal/diámetro) o razón focal el indicador de cuán luminoso es. Por ejemplo, un tubo óptico de 127 mm de diámetro y 952 mm de distancia focal tendrá una relación focal de 7.5, y es menos luminoso que uno de la misma abertura y 600 mm de focal, que tendrá un valor de 4.72. Esto hay que tenerlo especialmente en cuenta en la astrofotografía de cielo profundo, donde lo ideal es trabajar con telescopios de baja relación focal (más luminosos).

Oculares y aumentos
Los aumentos pueden variarse cambiando el ocular, siendo su valor resultado de dividir la distancia focal del objetivo y la distancia focal del ocular. Un ocular de 25 mm acoplado a un objetivo de 952 mm de focal nos proporcionará unos 38 aumentos; si ponemos un ocular de 6.8 mm llegaremos a los 140 y uno de 3.5 subirá la cifra a 272 aumentos. ¿Y hasta dónde podemos llegar? El límite teórico lo impone el poder de resolución del objetivo, lo que depende de su diámetro, siendo este límite aproximadamente el doble del diámetro en milímetros. De todos modos esto es algo que siempre estará condicionado por el seeing que tengamos en el momento de observación. Por tanto si una marca de telescopios nos vende en letras grandes alcanzar 700 aumentos la debemos descartar porque será de dudosa seriedad; puede que no nos esté engañando, pero con semejante cifra en un telescopio de gama media-baja difícilmente alcanzaremos a ver algo.
Calcular la resolución de un objetivo
R (segundos de arco) = 4.56 / D, siendo D el diámetro en pulgadas. Por ejemplo: teniendo en cuenta que una pulgada equivale a 25.4 mm, la resolución de un tubo de 127 mm sería de 0.91 segundos de arco. Y en el caso de un tubo de 80 mm de 1.45 segundos de arco. A mayor diámetro el telescopio es capaz de separar detalles más pequeños.
Magnitud límite y campo visual
La magnitud límite de nuestro telescopio nos dará una idea de los objetos más débiles que podremos observar y está condicionada por el diámetro del objetivo. Por otro lado el campo visual dependerá del ocular que utilicemos, su campo aparente y los aumentos que nos proporcione.
Calcular la magnitud límite visual de un telescopio
M (mag) = 7.5 + 5 log(D), siendo D el diámetro en cm. Por ejemplo: un diámetro de 114 mm nos proporcionará una magnitud límite de 12.78, por tanto no perdamos el tiempo intentando encontrar Plutón (magnitud 14) con este instrumento.
Calcular el campo visual
C (grados) = Co (grados) / A, siendo Co el campo aparente del ocular y A los aumentos que nos proporciona. Por ejemplo: a un telescopio de 127 mm de abertura y 955 mm de focal le insertamos un ocular de 3.5 mm de focal y 68o de campo aparente, que nos daría unos 273 aumentos. El campo sería: Cr = 68 / 272.86 = 0.249o. O lo que es lo mismo: 0.249 x 60 = 14.94 minutos de arco.
La diferencia entre tener 952 o 600 mm de focal determinará que con el mismo ocular obtendremos más aumentos en el primero, pero realmente el límite vendrá dado por el diámetro del objetivo, que si es de 127 mm difícilmente nos permitirá ir más allá de 240 aumentos en los dos casos. Si queremos observar objetos que requieran muchos aumentos (como los planetas) tendremos que buscar tubos ópticos de grandes distancias focales a la vez que grandes diámetros de objetivo que permitan alcanzar el poder de resolución necesario para obtener detalles. Si preferimos observar objetos de cielo profundo nos hará falta un buen diámetro pero no grandes focales (necesitaremos un tubo óptico muy luminoso).
Así, a la hora de elegir un telescopio lo primero es tener muy claro qué tipo de observación queremos practicar, para optar por un instrumento con el diámetro y distancia focal que mejor se adapte a nuestras circunstancias y presupuesto.
Próxima parte: configuraciones ópticas.

Una respuesta a “El telescopio (I): aspectos básicos”