
En esta cuarta y última entrada dedicada al telescopio daré unas recomendaciones que sirvan de guía para la elección de un equipo adecuado. Lo que expongo está basado en mi experiencia y en el proceso de aprendizaje que he seguido a lo largo de los años. Antes de leer esta parte recomiendo ver las tres partes anteriores dedicadas a conocer el telescopio y la montura.
A la hora de elegir un telescopio hay que tener muy claras algunas cuestiones. Para empezar es fundamental estar seguro de que algo te gusta antes de realizar un desembolso económico. Por eso es mejor iniciarse con la observación a simple vista o con unos prismáticos (unos 7×50 por ejemplo, que son asequibles y siempre les daremos uso). También conviene contactar con otros aficionados para salir con ellos y conocer un poco más de este mundo; así se puede mirar por sus telescopios, comparar, comprobar si es realmente lo que esperábamos ver, ir definiendo las preferencias en cuanto al tipo de objeto a observar, etc.
Si tras un tiempo aprendiendo a identificar constelaciones y observando con unos prismáticos decidimos dar el salto a un telescopio hay que tener en cuenta el presupuesto disponible y las posibilidades que nos puede ofrecer el instrumento. No conviene empezar de golpe con un gran telescopio ni tampoco tirarnos tan por lo bajo que en seguida nos sintamos estancados. Entre los telescopios que deberíamos descartar están esos que sirven para poco salvo como elemento decorativo: pequeños refractores de calidad mediocre sobre monturas altazimutales y trípodes que se estremecen con un estornudo.

Si pretendemos empezar observando algo más que la Luna y los planetas desde el balcón de casa conviene adquirir un instrumento con montura ecuatorial y aprender a estacionarla, alinearla y buscar objetos por sus coordenadas. Es algo engorroso (y más sabiendo que hay modelos altazimutales informatizados que nos buscan lo que digamos pulsando un botón del mando), pero comprender la esfera celeste, el movimiento aparente de las estrellas y aprender a estacionar y alinear una montura forma parte del proceso de aprendizaje básico del astrónomo aficionado. Ahora bien, si no vamos a salir de la ciudad (o no tenemos posibilidad de transporte) y nuestra actividad se centrará en la observación de Luna y planetas, una montura ecuatorial es una complicación innecesaria; en este caso un refractor acromático sobre una montura altazimutal es suficiente.
Cuando llevemos muchas horas de observación visual y hayamos sacado partido al primer telescopio es el momento de gastar esos ahorrillos y plantearnos adquirir uno de mayor gama. Aquí ya no estamos hablando de una inversión de 300 sino de 3000 € en adelante, de modo que es conveniente tener claro qué uso le vamos a dar para elegir correctamente.
El primer dilema que puede surgir es si adquirir un refractor o un reflector. Si nuestra prioridad es observar objetos de cielo profundo el diámetro del telescopio debe tenerse muy en cuenta, y aquí siempre tendremos que decantarnos por un reflector. Ya con 150 mm de diámetro un refractor ha de tener unas lentes de tanta calidad para no presentar aberración cromática que su precio se vuelve prohibitivo. Sin embargo sí existen espejos de hasta 600 mm de diámetro dentro de la gama amateur. El motivo es la diferencia de coste entre fabricar una lente y un espejo: en la lente todo el bloque debe ser de una gran pureza y calidad mientras que en la fabricación del espejo lo que importa es sólo la superficie reflectante. Si además sólo vamos a realizar observación visual de cielo profundo la opción más adecuada podría ser un gran Newton sobre una montura Dobson, de modo que la inversión se puede centrar en el tubo óptico.
Pero la montura Dobson nos limitará si alguna vez nos decidimos a practicar la astrofotografía de cielo profundo, para lo que es imprescindible una buena montura ecuatorial motorizada e informatizada. A mayor diámetro y peso del tubo mejor montura necesitaremos, lo que nos puede resultar más costoso que el mismo tubo óptico. De este modo tendremos que establecer un equilibrio entre el tamaño del tubo y la montura apropiada para que no supere nuestro presupuesto. En cualquier caso una montura es una buena inversión, y siempre es preferible que sea capaz de soportar un tubo óptico mayor que bien podríamos adquirir en un futuro, más el tubo guía y otros accesorios necesarios en astrofotografía.
El modelo Newton permite buenos diámetros y relaciones focales pequeñas ideales para el cielo profundo. Pero si nuestra pasión son los planetas necesitaremos un telescopio con grandes distancias focales a la vez que una buena abertura que permita obtener altos aumentos. Un Newton de elevada distancia focal presenta el inconveniente de convertirse en un armatoste difícil de transportar, siendo los Schmidt-Cassegrain y los Maksutov-Cassegrain los más apropiados para este tipo de observación. Estas configuraciones ópticas permiten disponer de focales superiores a 2 metros en un tubo de una longitud razonable, lo que facilita su transporte.
Por otro lado están los modelos refractores, que van de los 60 a los 150 mm de diámetro con focales que varían de los 400 a 1000 mm. A la hora de adquirir un refractor hay que huir de aquellos que ofrecen grandes aberturas y focales cortas excepto si son de una gran calidad; por ejemplo un refractor de 150 mm y 700 mm de focal presentará unas aberraciones salvajes a no ser que se trate de un buen apocromático de elevada calidad y precio. En los refractores las relaciones focales cortas requieren mucha calidad del objetivo, y cuando se trate de un simple acromático mejor que sea de razón focal no inferior a 8. Un buen refractor apocromático puede dar grandes satisfacciones tanto en observación visual como fotográfica, ofreciendo imágenes muy nítidas y contrastadas. Son muy utilizados en la astrofotografía de cielo profundo y su principal inconveniente es el coste, aunque desde que diversos fabricantes chinos entraron en el mercado hay marcas y modelos de precio más asequible.
Otros modelos que están teniendo difusión en astrofotografía son los Maksutov-Newton y algunos Ritchey-Chrétien que ofrecen un elevado rendimiento y calidad de imagen frente a los Schmidt-Cassegrain.
La horquilla de precios de los telescopios es muy amplia, en consonancia con la gran variedad de modelos, marcas y fabricantes. Hace 30 años eran tres o cuatro empresas las que se repartían el mercado, cada una más o menos especializada en un tipo de instrumento; hoy en día la situación ha variado mucho, han entrado más fabricantes y existen muchas marcas. Es especialmente ilustrativo el caso de los refractores apocromáticos, que hace varias décadas eran comercializados por dos o tres marcas alemanas o japonesas (como Zeiss, Takahashi o Vixen) a precios bastante altos, y hoy encontramos modelos comercializados por Meade, Celestron, Sky-Watcher, TS, Explore Scientific, etc, por la mitad de precio y que tienen en común haber salido de la misma factoría china.
En cualquier caso, lo mejor es siempre acudir a una tienda especializada en astronomía, ya sea en persona o a través de una tienda on-line con atención al cliente. Conviene ir ya con una idea aproximada de lo que buscamos, y no dudar en pedir el asesoramiento que necesitemos, así como garantías de un servicio posventa ante cualquier problema que nos pueda surgir con el telescopio. Es mejor pedir presupuesto en varios sitios, con especial cuidado con esos «descuentos» hechos sobre un precio más alto que en otras tiendas. Cuidado también con los que aprovechan la falta de experiencia del comprador para colar instrumentos con algún defecto, de segunda mano o de exposición como si fueran nuevos. Tampoco está de más consultar las opiniones que han dejado otros clientes, especialmente en foros de astronomía. Desaconsejo comprar en grandes superficies, tiendas genéricas o plataformas de internet, lugares donde la atención personal no existe, o bien quien la proporciona carece de los conocimientos para darnos toda la información que necesitamos conocer sobre el equipo.
Pero lo más importante es no precipitarse ni dejarse llevar por el ansia de inmediatez que impregna nuestro entorno. La observación astronómica y la astrofotografía requieren sus tiempos y su proceso de aprendizaje, y carecerían de sentido sin la experiencia directa del cielo estrellado.
