La observación del Sol

Se avecinan unos años moviditos para la observación del Sol en la Península Ibérica, con un eclipse total en 2026, otro en 2027 y para abrir boca uno parcial el próximo 29 de marzo de 2025. Por eso es buen momento para recordar las peculiaridades y precauciones a tener en cuenta para observar la estrella más cercana.

La observación solar tiene unas características que la hacen más asequible que la del cielo profundo: 

  • Se practica de día, adaptándose mejor a nuestro ritmo diario, y no hace falta alejarse de los núcleos de población.
  • Para observar o fotografiar el disco solar completo no necesitamos un gran telescopio ni una montura motorizada; se puede hacer con un equipo muy sencillo y fácil de manejar. Otra historia es que pretendamos obtener una imagen de las manchas solares con mucho detalle. 
  • No necesitamos seguimiento, y si lo queremos por comodidad tampoco es imprescindible un estacionamiento preciso. Es factible observar desde la ventana de casa. 

Pero hay que tener en cuenta que observar el Sol entraña un importante riesgo para la vista, por lo que hay que tomar unas precauciones que jamás se deben pasar por alto:

  • Nunca se debe mirar al Sol directamente a ojo desnudo y menos a través de un instrumento óptico. Hace falta un filtro especial fabricado a tal efecto y no valen métodos caseros tales como cristales ahumados, radiografías o discos compactos.
  • Si usamos telescopio, el filtro debe situarse en el objetivo antes del tren óptico y no en la parte del ocular, pues en el segundo caso el calor concentrado podría destruirlo. Además debe asegurarse bien y no puede presentar roturas ni defectos por los que pase la luz solar sin filtrar. 
  • Hay que quitar el buscador del telescopio si no se le pone filtro para evitar posibles quemaduras o lesiones al intentar mirar por él de forma mecánica. 
  • No se deben hacer observaciones prolongadas del Sol ni siquiera con filtro.
Secuencia del eclipse parcial de Sol del 3 de noviembre de 2013

El ciclo solar

El Sol no presenta variaciones considerables en la cantidad de energía que emite, algo que es una suerte para nosotros; de hecho se considera un valor casi constante (la llamada constante solar) que apenas fluctúa un 0.1%, o al menos así lo hace en la fase actual de su evolución, con 5000 millones de años a sus espaldas y otros tantos por delante. Sin embargo sí sufre ciertos cambios en periodos muy breves de tiempo que se manifiestan en diversos fenómenos cuyo conjunto caracteriza la actividad solar, siendo el más evidente de ellos el aumento del número y frecuencia de las manchas solares. Por tanto cuando se habla de un máximo de actividad solar no implica que recibamos más energía del Sol (esta apenas varía), sino que se refiere a la presencia de estos fenómenos cuyo origen hoy sabemos que está en el complejo magnetismo solar. Las manchas solares realmente son zonas más frías (con una temperatura de 2500 K) que las zonas adyacentes y que vemos oscuras por efecto del contraste. El mecanismo de formación es aún objeto de estudio pero se sabe que su origen está en los complejos flujos magnéticos que se retuercen bajo la fotosfera. El número de manchas solares es un indicador de la actividad solar y sigue un ciclo de aproximadamente once años. Una mayor presencia de manchas implica más actividad magnética en el Sol, lo que provoca un viento solar más intenso y fenómenos como las eyecciones de masa coronal.

La región activa más grande del anterior ciclo solar

La influencia de este ciclo sobre el clima terrestre es objeto de debate, sobre todo lo referente a explicar los mecanismos en que se fundamentaría. El estudio de los anillos de crecimiento de los árboles parece indicar cierta relación en el sentido de que las épocas de menor crecimiento vegetativo coinciden con los momentos de menor actividad solar, lo que indicaría un clima más frío. De hecho entre 1650 y 1700 se dieron unas temperaturas muy bajas en Europa (la Pequeña Edad de Hielo) que coincidió con una ausencia casi total de manchas solares (el mínimo de Maunder). Hay una teoría que establece una relación entre la formación de las nubes y la incidencia de rayos cósmicos en la atmósfera, que sería menor cuando el viento solar (y por tanto la actividad magnética solar) es más intensa, al actuar como escudo frente a los rayos cósmicos que intentan penetrar en el Sistema Solar. 

Qué observar

Los años de máxima actividad dentro de un ciclo son los mejores para estudiar y observar la evolución de las manchas solares y su tipología. El proceso comienza con la aparición de unos pequeños poros cercanos (clase A) que se van disgregando formando dos grupos de pequeñas manchas (clase B) que en unos días pueden crecer rápidamente desarrollando una zona menos oscura alrededor conocida como penumbra (clases C y D). Un mayor aumento de la intensidad del campo magnético puede dar lugar a la evolución a un grupo de manchas muy complejo y con una superficie que abarcaría tres veces el planeta Tierra (clases E y F). Este proceso puede durar de 8 a 10 días. Normalmente la evolución de las manchas solares se detiene en un estadio intermedio y se disgregan lentamente en estructuras más simples hasta que desaparecen. 

Además de las manchas se pueden observar asociadas a ellas otras estructuras más brillantes llamadas fáculas que son especialmente evidentes en los bordes del disco solar. Algo que se puede apreciar en la fotografía del disco solar es el efecto de oscurecimiento hacia el borde, fenómeno debido a que mientras la luz que nos llega de la zona central procede en su mayor parte de las capas internas y más calientes de la fotosfera, la que vemos del limbo solar procede de la parte más externa y fría (al ser la dirección visual más tangente). 

Imagen tomada con un telescopio solar

Hasta ahora hemos hablado de fenómenos (manchas y fáculas) que tienen lugar en la fotosfera solar, la capa que emite la luz que recibimos. ¿Pero qué hay de las espectaculares protuberancias, espículas y fibras que se pueden ver en algunas fotografías rodeando al Sol? ¿Por qué no aparecen en tomas como las anteriores? Porque estos fenómenos tienen lugar en la cromosfera, una fina capa que está justo por encima de la fotosfera y mucho más débil. Por tanto sólo se puede observar bloqueando la luz de la fotosfera (lo que ocurre en los eclipses totales o usando instrumentos que los simulan), o usando filtros especiales en unas determinadas longitudes de onda correspondientes a la emisión del hidrógeno. Esto es lo que incorporan los llamados telescopios solares, que permiten ver detalles de la cromosfera gracias a su sistema de filtros. Son instrumentos bastante caros y que sólo se pueden dedicar a este tipo de observación.

La técnica para captar imágenes del Sol es similar a la de la fotografía planetaria, con la única diferencia del instrumento al que se acopla la cámara, que ha de ser un telescopio con filtro solar (para sacar manchas y fáculas) o un telescopio solar (si queremos obtener detalles de la cromosfera).


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